Godspeed You! Black Emperor, catarsis en la Sala Apolo

Los canadienses Godspeed You! Black Emperor presentaron en Barcelona su último trabajo colgando el cartel de entradas agotadas con un show tan intenso como efectivo. 

Tras mi segunda experiencia en vivo con Godspeed You! Black Emperor, puedo constatar una cosa: No es una banda para todos los públicos. Y no precisamente por la complejidad de sus composiciones. Es más bien por el concepto que trabajan. Sus directos podrían recordar, salvando las distancias espacio-temporales, a aquellas proyecciones cinematográficas en los orígenes del cine acompañadas de música en directo. En su caso se invierten los factores, y son las imágenes las que complementan la música. Aún diría que incluso los proyectores analógicos forman parte de la experiencia completa aportando ese hipnótico ritmo mientras funcionan. 

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Cierto que he dicho que no es para todo el mundo. Pero sí puedo constatar que la grande de Apolo colgó el cartel de no hay entradas y cada uno de los presentes esperaba expectante al grupo canadiense. En un escenario repleto de equipo apareció Mat Ball para jugar con las atmósferas que creaba mientras golpeaba su guitarra contra los dos amplificadores que reinaban en el centro. Incluso contó con la colaboración de Mike Moya en la última de sus intervenciones. Una propuesta arriesgada pero que encaja como un guante en el universo de Godspeed You! Black Emperor.

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Tras algo más de media hora, la disparidad y la descolocación se mezclaba con los rostros de fascinación y excitación por lo que estaba por llegar. De manera ceremoniosa los músicos fueron tomando sus posiciones y los rollos de película comenzaron a proyectarse. Una luz cálida y tenue llenaba cada rincón de la sala Apolo. El creciente colchón sonoro que la banda va tejiendo desde lo que parece un caos completamente controlado sirve para captar toda nuestra atención. Los murmullos van desapareciendo a medida que “Hope Drone” va arrastrando al público a un trance casi hipnótico de manera muy sutil. Un primer golpe de efecto en el que la sensación que te queda es la de haber ascendido y dejado caer al suelo de manera pausada.

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Su reciente “NO TITLE AS OF 13 FEBRUARY 2024 28,340 DEAD” fue el hilo conductor de esta experiencia sónica. Los retazos folk de “SUN IS A HOLE SUN IS VAPORS” mostraron el lado más amable de la banda antes de que la tormenta que anticipa “BABYS IN A THUNDERCLOUD” llegara. Una tormenta a ritmo de shuffle para la que no hay recogimiento posible mientras vas viendo como el diluvio de notas se va acercando desde el horizonte sin posibilidad de no terminar empapado. Solo te queda cerrar los ojos y dejarte llevar por los matices donde cada paisaje sonoro te hace caminar por un desierto sin esfuerzo. Todo para terminar abriendo el tema con un final esperanzador donde reposar. 

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“RAINDROPS CAST IN LEAD” continúa de manera vital con la travesía tras el descanso. Algo que resulta un mundo de sentimientos encontrados. Por una parte el optimismo que transmiten las notas, por otro las locuciones sobre muertes y destrucción que se encargan de volver a poner tus pies en el suelo. y es entonces cuando el tema gira hacía esa tensión que hace brotar la sensación de vulnerabilidad dentro de un caos dirigido con maestría. Y lo mejor de todo es que las composiciones resultan tan fluidas como para que cada uno pueda tener su propia visión de lo que está escuchando. 

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Poco a poco, temas como “Fire at Static Valley” o “PALE SPECTATOR/GREY RUBBLE” iban sumiendo al público en una catártica experiencia individual. La vibración de las cuerdas en sintonía con cada uno de los sentimientos individuales que se iban despertando y aflorando a medida que pasaban los compases. Dos horas de música sin pausas, interrupciones o innecesarios discursos. Solo música, que llegaba a su fin con el cierre poco menos que sobrecogedor que proporcionó la dupla “Moya” y “BBF3”. Dos temas capaces de destruir emocionalmente a cualquiera, o mejor dicho de llevarlos a la ruptura total de las emociones contenidas durante todo el concierto. 

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Godspeed You! Black Emperor se marcharon del escenario de la misma manera que entraron, en completo silencio. Sin más ruido que el de su música (y el de los proyectores), los canadienses consiguieron remover el interior de cada uno de los asistentes. Un viaje individual, vivido cada uno a su manera dentro de una liturgia colectiva. Una experiencia única para la que solo hay una condición… dejarse llevar por la intensidad que conecte con tus emociones. Sólo así se puede llegar a disfrutar plenamente de sus conciertos. 

Fotos: Sergio Leiva



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