Como tres disparos. A quemarropa. Entre el humo que surgía del escenario de la Sala Bóveda, el viejo Mephisto barcelonés, apareció Slim Jim Phantom, acompañado de los hermanos Mark y Andy Halligan que, al contrabajo y a la guitarra, hicieron del Rockabilly su bandera. No debemos olvidar que Phantom es el baterista de unos Stray Cats que, al menos sobre el papel, no se han disuelto todavía pero a los que hace casi una década que se les echa de menos. Y para calmar el hambre de sus seguidores, este hombre ha creado una especie de tributo a su grupo de toda la vida que el pasado 1 de mayo vino, llegó y venció en menos de una hora y cuarto de concierto que supo a poco dada la intensidad y calidad de la música. Pero así es el espíritu de este trío y el que acompañaba a los Cats en sus años de gloria: tocar rápido, vivir deprisa y dejar al respetable con ganas de más.
Desfilaron ante los oídos de los presentes, los clásicos de los neoyorquinos despertando tanto la nostalgia como las ganas de bailar y corear himnos como “Runaway Boys”, “Stray Cat Blues” y una incendiaria “Rock This Town”. Pero la mirada a los padres del género, a los rockeros clásicos de los cincuenta, también estuvo presente con “Matchbox” y “C’Mon Everybody” más una versión del “Suzie Q” de la Creedence Clearwater Revival que supo a verdadera gloria. Y es que, al fin y al cabo, si lees esta crónica en tres minutos es porque lo bueno, si es breve, dos veces bueno y porque tres fueron los músicos que tocaron esa noche, el mismo número de disparos que tiene una metáfora buscada a la velocidad de un buen Rock’N’Roll.
Fotos por Desi Estévez.