Springsteen remonta el Río hacia aguas más seguras

Madrid estaba deseando recibir al Boss tras los dientes largos por lo que habíamos sabido de los shows en Barcelona y Donosti. Hasta el buen clima se ha instalado definitivamente en la capital para dar la bienvenida a Bruce en el Santiago Bernabéu y celebrar una de esas noches mágicas que nos deja el de New Jersey.

El comienzo de la tarde estaba marcado por la seguridad que las fuerzas del orden habían impuesto sobre el perímetro del estadio. Todas las calles aledañas estaban valladas y custodiadas y nadie sin entrada podía acercarse a menos de 300 metros del coliseo blanco. Son tiempos difíciles y se nota en los eventos multitudinarios de este tipo. Es algo con lo que tenemos que vivir, pero no dejaremos de ir a disfrutar.

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Ya dentro del recinto pasaban algo más de diez minutos sobre las nueve de la noche cuando a plena luz del todavía día madrileño empezaban a salir los primeros componentes de la E Street Band. La gente rugía con emoción y la ovación era cerrada cuando aparecía Springsteen. A partir de ahí ya saben “One, two three, four,…” y para adelante hasta la madrugada.

El primer tema es “Badlands” y directamente se nos ponen los pelos como escarpias. Nadie se queda sentado ni en las butacas reservadas. Todo el mundo se levanta y comienza la fiesta. Hay un pequeño pero según nos temíamos y es que el sonido del Bernabeu no es del todo bueno y no nos deja disfrutar de la calidad sonora que se le presupone a un grande como Bruce. Por otro lado el equipo técnico que lleva no es conocido por su gran sonido y se agradecería mucho que un grande, quizá el más grande, invirtiera más en que su público disfrute al 100% de lo que escucha. No en vano las entradas no son precisamente baratas y parte de sus réditos se podrían destinar a estos menesteres.

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El show sigue con dos clasicazos como son “My Love Will Never Let You Down” y “Cover Me” que suenan tremendas. A continuación el primer corte del disco The River, “The Ties That Bind” que da nombre a la lujosa reedición que ha publicado Bruce de su famoso álbum doble de 1980 y que viene a celebrar en esta gira llamada “The River Tour”. En el tour americano lo ha estado tocando prácticamente integro, así que nos preparamos para el siguiente tema uno tras otro hasta completar el álbum. Como si de una vieja cinta de cassette usada se tratase, cuando están terminando los últimos acordes de “Sherry Darling” en nuestras cabezas ya estamos tarareando la entrada de “Jackson Cage”, pero no. Bruce se ha saltado un tema y ha pasado directamente a “Two Hearts”. Y eso no es más que el principio porque luego llegan muy sorprendentemente una potente “Wrecking Ball” y “My City Of Ruins” donde se nos saltan las lágrimas con la intención y emoción que Springsteen pone en ella, es la primera vez que la toca en la gira. Esa canción siempre nos trae a la memoria el horror del 11-S y lo que sufrió la ciudad de nuestro autor favorito y por ende el mundo entero. Luego volvemos a la corriente y llegan “Hungry Heart” y “Out In The Street”, dos temas más allá caen “The River” y “Point Blank” y desde ahí nos vamos olvidando del Río porque esos siete temas son los únicos que Bruce toca de ese disco y a partir de ahí la fiesta cambia totalmente y no sabemos lo que nos espera.

El concierto ha cambiado de temática inesperadamente porque empiezan a caer temas que no eran tan previsibles como un tremendo “Downbound Train” seguido del “I’m On Fire”. Lo que toque el Jefe a partir de aquí ya es un grandes éxitos porque nos conocemos todos sus temas, son himnos. El “Waiting On A Sunny Day” es especialmente emocionante ya que el crío que sube al escenario se abraza a Springsteen y no puede parar de llorar ni para cantar una sola nota, el “Human Touch” sorprende y se disfruta mucho y “The Rising” es justamente eso, un subidón de adrenalina. El show va avanzando y ya estamos en el primer bis, aunque Bruce no ha llegado a abandonar el escenario en ningún momento. En “Dancing In The Dark” suben un chico y un chica. El chico llevaba un cartel que le pedía a Bruce que le dejara bailar son su pelirroja, en clara alusión a Patty Scialfa y a aquella canción que rezaba “you ain’t lived till you’ve had your tires rotated by a red headed woman”, claro, el clásico de Bruce “Red Headed Woman”. Pues el sueño de nuestro espontaneo se hace realidad y baila con Patty, mientras Bruce sigue bailando con la chica que además tiene la ocasión de tocar la guitarra con él sobre el escenario. Todo un lujo. El bis termina con el cover de “Twist And Shout” como viene siendo habitual, pero no sin antes visitar un maravilloso “Bobby Jean” que cantamos a pulmón abierto.

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La E Street Band se despide de todos nosotros y abandona el escenario ante el reconocimiento por parte de Bruce de todos y cada uno de sus compañeros a los que saluda según van saliendo. Springsteen se ha quedado sólo y le han colgado la guitarra acústica y el bocado de la harmónica. En mi cabeza aparece el deseo incontrolado de que toque “Atlantic City”, pero en esta ocasión el turno es para otra grande “Thunder Road” que interpreta completamente solo ante los miles de espectadores que nos estamos derritiendo acorde tras acorde. Miro el reloj y ya pasan casi tres horas y media desde que esto empezó. Tengo miedo de que acabe, quiero que este show dure más que el de Barcelona y que el de San Sebastián, pero este es el final. Bruce nos ha “robado” casi media hora con respecto a las otras ciudades españolas, pero a cambio nos ha dado un setlist mucho más sorprendente y trabajado que los que ha venido haciendo en la gira.

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Creo que Bruce se ha dado cuenta con los pocos conciertos que lleva en el viejo continente de que la fórmula de clavar el “The River” entero quizá no funcione tan bien aquí como en la patria yankee. Springsteen está dejando su cauce y lo encamina hacia aguas más seguras, incluso hacia territorios más secos que le permitan correr con seguridad ante su público. Todos sabemos que ha nacido para correr.

He venido a este concierto con mi hija de ocho años y me doy cuenta de que Bruce es perpetuo, hay un antes y un después de él. Ha creado parte de nuestra historia y lo ha hecho para dejarlo de regalo a todo el que venga detrás. Me doy cuenta de eso en los ojos, en la sonrisa, en la ilusión de una niña que me abraza emocionada y feliz por lo que está viendo. Me dice con la mirada que está orgullosa de Bruce, pero lo que no sabe es que el Jefe está más orgulloso de ella y de las nuevas generaciones que le escuchan. Springsteen llega a todos y tiene un mensaje que tenemos el deber de transmitir a nuestros descendientes como palabra divina. Sería una temeridad no hacerlo. Tenemos una responsabilidad con él, con la música y con la vida que nos rodea para conservarla. Sigamos corriendo con la seguridad de que nosotros también hemos nacido para ello.

Texto, fotos y vídeo por Javier Naranjo.

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