Can Mercader Festival 2017: Los Tigres encontraron ElDorado entre Impostores e Hijos de Caín

La reciente edición del Festival de Can Mercader, que se celebró en el parque que lleva este nombre en Cornellá de Llobregat, el pasado 8 de julio de 2017, caminó entre la innovación que supusieron los madrileños de Eldorado y el Rock y el Heavy Metal más clásicos representados por la mayoría de las bandas allí presentes.

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            Sin duda, los Tigres eran el principal reclamo de los fans que añoraban los años de gloria de ambos géneros en España, cuando este grupo vivía una fama tan intensa como efímera, pero que caló en la memoria de muchos. La formación actual, de hecho, no sólo repasó varios de sus clásicos, sino que también rindió tributo a sus etapas marcadas por sus cambios de nombre: fueron de Oro y Metal para acabar siendo sencillamente Tigres. Por esa razón no faltó el recuerdo al que fuera su vocalista original, Pedro Bruque, ni tampoco un cariñoso saludo a José Antonio Manzano, que está luchando contra el cáncer con tal entereza y valentía que pronto tendremos un disco suyo entre las manos. Se le quiere y la ovación fue cerrada sólo pronunciarse su nombre y darle ánimos; no sólo tenía razón Bruque al acuñar aquello de que “el Heavy no es violencia”, sino que también es amor y solidaridad. Desde hace ya  un tiempo, el micrófono está en manos de un más que solvente Achille “Jimmy” Reitz, fielmente respaldado por un baterista de la talla y enjundia de David Biosca y un bajista que sabe lo que se hace: Fredy Fresquet. Tampoco podemos olvidar la guitarra de Albert Pont, que elevó al cielo los solos de “Soy víctima del Rock”, “No hay segunda vez” y su inconmensurable versión del “Black Is Black” de los Bravos. Grandiosos.

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            Acudiendo también a las esencias, los Hijos de Caín toman su nombre de la canción homónima de Barón Rojo, pero beben de distintas fuentes y eso se percibe en un sonido que mira, entre otras referencias, hacia Judas Priest, Michael Shenker o Gary Moore. Dentro de ese carácter algo más abierto a otros sonidos cabe reseñar el papel de su teclista, Pedro L. López, y un vocalista con carácter llamado Abel Segura. También estuvieron perfectamente al quite el bajista Jorge Vera, el guitarrista Albert Arias Jr. y Willy L. Aguado a la batería.  Con un trabajo ya en el mercado, “Mundo sin tiempo” (2016), y un segundo en ciernes, tiraron de repertorio propio –maravillosas “Midas”, “Revolución” y “Pompeya”– y “Embrujada”, una sorprendente relectura del  tema del siempre reivindicable Tino Casal

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            Y si antes hablábamos del grupo de los hermanos Armando y Carlos de Castro y el Sherpa, la crítica social la trajeron los Impostores que, para llamarse así, soltaron verdades como puños no dejando títere con cabeza: ataques a las empresas multinacionales, políticos corruptos y soflamas en contra de hipotecas, alquileres y demás problemas de triste actualidad. Esta banda –curiosamente el nombre de todos sus componentes empieza por la letra “d”-, salió decidida a comerse el escenario con un Dani Pons pletórico como líder y un Diego Quintero que suena a Armando por muchos costados fielmente secundado por David Rodríguez. Sencillos y contundentes, el bajo de Dani Soto caminó junto a las baquetas de Damián Sánchez para coronar en “Ni un rey” como verdaderos monarcas musicales a Jesús de la Rosa, Ronnie James Dio, Bon Scott y Camarón.   

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            Hasta ahora no había visto todavía sobre las tablas a Sonic Weapon y constituyeron una verdadera sorpresa: Alejando Sendoya se mostró como el vocalista que precisa una formación muy a tener en cuenta y que puso sobre la mesa un sonido cercano aquella escena de Los Ángeles de finales de los ochenta –impecable “Welcome To The Jungle” de Guns N’Roses– y unas gotas de AOR que sustentan temas con la enjundia de “I Don’t Give a Dawn About Your Love” y “Nothing To Lose”, en la que se añadieron dos coristas que confirieron de más fuerza al conjunto. Excelentes.

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            La noche también reservó un espacio para Bunker –Hard Rock de toda la vida muy bien definido como certifican temas como “Te entregaré el fuego”– y Kill The Krait, más cercanos al Metal, pero sin duda fueron Eldorado los que fraguaron una actuación que tardará en olvidarse. Si en vida Jimi Hendrix hubiera pensado en cómo sería el Rock del siglo XXI muy probablemente habría definido la propuesta artística de este grupo venido de Madrid; se podría hablar de retrofuturismo, pues en sus álbumes usan instrumentos antiguos como un viejo órgano Yamaha de 1972 pero tampoco desdeñan la innovación. Bebiendo a partes iguales de influencias como Jefferson Airplane o Deep Purple, sus piezas esconden una propia personalidad única patente en la pasión con la que Jesús Trujillo propuso sus “Juegos de media noche” o nos guió a través de “La casa de las siete chimeneas”. Al mismo tiempo, la guitarra de Andrés Duende firmaba una magistral “Space Mambo” o el bajo de César Sánchez activó “Reactor”. Por supuesto, la batería de Javier Planelles acabó sometiendo a todo el conjunto bajo su ritmo, como prueba la energía latente en la intensa “Mother Water”. Y es que la versión de “Helter Skelter” de los Beatles –sombra que cobija a este cuarteto y a Barón Rojo– aunó lo que ha sido la edición de este festival: mirar al pasado con los ojos puestos en el mañana. 

 

Fotos por Fernando Descarrega.

 

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