Eso decían los cristianos en la Roma antigua. En estos tiempos de adoración a falsos dioses, de sumisión de las masas a la religión de la llamada “música urbana”, si quieres encontrar la verdad tienes que descender a las catacumbas. En Alicante hay unas cuantas, localizadas en calles oscuras y poco transitadas. Una de ellas es la Sala Stereo y entre sus muros se suele congregar gente que cree en la verdad del rock, en la música que cura los males del alma y las miserias cotidianas.
A ellos se dirigió el viernes último de noviembre un chaval de dieciocho años que responde al nombre de Otto y que reivindica esa verdad y la repartió en salmos electrificados de menos de cinco minutos. Acompañado de dos sólidos músicos de esta tierra, Jau Mira y Juan Carlos Castelló, al bajo y batería, el oriolano escanció una docena de piezas y sin andarse por las ramas, llamando a las cosas por su nombre, el nombre del rock and roll, enardeció a los presentes.
Cuando empezaron éramos siete escuchándoles, es lo que tiene ser teloneros, pero rápidamente se llenó la sala y no precisamente en la zona de la barra. Temas briosos y frescos, como “James”, “T.Rex” y “Changes”, explican su propuesta, canciones que nos compran la atención y a las que nos rendimos sin resistencia.
Otto tiene el futuro escrito en la púa de su guitarra y debiéramos prestarle atención. El final, un contundente “Closing Time”, nos hizo mirar el reloj por primera vez. Era ya casi la hora bruja, que no es lo mismo que la hora musa, por muchos motivos que no hace falta explicar. Y entonces aparecieron en escena The Model Rockets, pero eso es otra historia.
Fotos y vídeo por Juan J. Vicedo.
Escucha «Whatever» (2017) de OTTO:
