Lo mejor del nuevo disco de Van Morrison es que es un disco de Van Morrison. Hacía años que no pasaba eso. Las publicaciones han cogido velocidad inédita (media docena de discos en tres años más colaboraciones tan valiosas como la de Mitch Woods), pero con un vuelo rasante sin fulgor. El irlandés se adentraba desde Keep It Simple en aguas jazzísticas o buceaba en sonidos de Chicago, pero esos amplios territorios eran en cierto modo ajenos a su universo íntimo. Ahora su Three Cords & the Thruth suena a auténtico Van Morrison en sus 14 cortes (uno de ellos en colaboración y otro tradicional). Este habitat musical de hoy recoge lo construido este último medio siglo y abarca desde músicos de leyenda (amplia presencia de Jay Berliner, testigo del milagro astral, o David Hayes o Paul Moran o Teena Lyle o John Allair o…) hasta ecos de su cosmos caledónico (Spirit, Astral Weeks, Bring it Home to Me o Days Gone By).
El bloque inicial es de enorme calidad: March Winds in February, Fame Will Eat the Soul y Dark Night of the Soul. En todas se aprecia una frescura asombrosa de la voz del septuagenario. A pesar del festival de guitarras, hammonds y resto de exquisitos instrumentos, son las cuerdas vocales el gran espectáculo de este trío de ases. Libertad y alegría placentera. Calor y progresión de acordes. Fuerza y delicadeza: perfección.
In Search of Grace es otra dosis para paladares delicados, con Berliner enfrascado en la dimensión cuántica de su guitarra. Sigue la belleza en Nobody in Charge (buen texto) y llega otra cumbre: You Don’t Understand. Prodigiosa interpretación, llena de dramatismo, con un Van que roza la desesperación bajo la herida de la incomprensión. El León. Ahí se entiende de dónde vino el apodo. En fin, una enorme alegría. He escuchado en estos tres meses más veces este disco que los seis anteriores desde 2016. La verdad se impone cuando Van aparece. Y Van Morrison está en la verdad de estos tres acordes y un «»shot of rhythm and Blues».
Texto por Miguel López.