Angel Olsen en Madrid: todos los espejos reflejan su grandeza (y sus dudas)

Angel Olsen demostró, en la sala But de Madrid, por qué su último disco ha estado prácticamente en el top 10 de todas las listas de prestigio de 2019. Es una enorme catalizadora de emociones a través de unas canciones muy personales y siempre cambiantes. Y, debemos reconocerlo, tener una banda le beneficia. La anterior gira, en solitario con su guitarra acústica, había sido un poco decepcionante. Presentar nuevas canciones, y hacerlo en formato desnudo, no le beneficiaba en absoluto. Esta vez, en la sala But, con una exquisita banda de seis personas, consiguió llevar la complejidad de las nuevas composiciones de All Mirrors al directo y demostrar que es una de las artistas del momento. A sus 33 años, cumplidos hace apenas dos días, Angel sigue creciendo como artesana de canciones.

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 Con una sonrisa brillante, Angel Olsen aparece en escena y empieza la velada con All Mirrors, el tema que titula el nuevo álbum. La intensidad de su voz, volando libre por encima del sintetizador y la base rítmica, consigue emocionar. Es una intérprete que siempre ha tenido problemas para encontrar la banda ideal, según ha reconocido en diversas ocasiones. Pero parece que por fin la ha encontrado: se le nota muy cómoda y feliz con esta formación. Una banda que es mayoritariamente femenina: Nona Marie Invie, sintes y coros. La brillante Emily Elhaj, bajo. Alex Guy, violín. Emily Elkin, chelo. Rhys Hastings, batería, y Paul Sukeena, guitarras y teclas, y que suena de maravilla. Un comienzo por todo lo alto que atrapa al público -que colgó el cartel de “no hay billetes”- desde el primer momento.

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Como era de esperar, dado el punto de inflexión que ha supuesto en su carrera, el protagonismo de su nuevo disco es total. Por ello, esta noche será interpretado casi en su totalidad. Tras Spring, Angel se enfunda por primera vez la guitarra y ataca una sombría versión de Impasse. Ese loop vocal con el que finaliza repitiendo «Nunca perdí a nadie», crea una atmosfera muy peculiar. Llama la atención el contraste entre la oscuridad de las letras y su expresión risueña. Mientras, la banda adapta la complejidad de los arreglos al directo con una naturalidad asombrosa.

Vestidos de riguroso negro, los músicos que acompañan a Angel logran dar la grandiosidad de sonido que requieren sus nuevas canciones, aunque también dejan espacio a las bromas: en un momento del recital comienzan a tocar el Amber de 311 antes de que la Olsen interrumpa diciendo: «not mine». Al parecer, es un juego que se repite durante la gira (han hecho lo mismo con, por ejemplo, No Rain de Blind Melon).

Después de colaborar con Mark Ronson en True Blue parecía que Angel podía estar tratando de hacerse un hueco en la aristocracia del pop mainstream. Pero cuando empiezan los ecos de Lark, con esa intensidad creciente que desemboca en un violento crescendo casi operístico, confirmamos que no. Angel sigue su propio camino. Un tema que crece en directo y se convierte en un momento catártico. Envuelve al público en una estática coreografía que mantiene pegada a la cantante al micrófono. La intensidad se va elevando con sus “problemas en el corazón”. All Mirrors está lleno de amor y desamor en sus distintas vertientes, tanto a los demás como a sí misma, y esta pieza es uno de los ejemplos más rotundos.

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Summer, definida por ella misma como una cowboy song, suena a banda sonora de David Lynch. No es difícil cerrar los ojos e imaginarla en la garganta de Roy Orbison. Los arreglos de cuerda sientan de maravilla a una versión que supera con creces a la aparecida en el disco y que es uno de los momentos álgidos de la noche. Tonight, planea con su delicadeza cerrando las canciones de su último trabajo y nos hace olvidar a la Angel folkie, acercándola a las cantantes que hicieron grande el pop en los dorados 60. Un momento de calma y reflexión antes de comenzar el tour de force que nos llevará al final del concierto. 

Sister es la primera visita al pasado. En una larga versión que crece minuto a minuto, se abre a sonidos más rockeros, con un gran trabajo de Paul Sukeena a la guitarra solista. “Toda mi vida pensé que cambiaría…” Una canción escrita en una época convulsa en su vida, la que rodeó la grabación de My Woman, el disco que la consolidó en el negocio musical mientras su vida personal se estaba desmoronando. Un trabajo en el que también estaba Shut Up Kiss Me, lo más parecido a un himno pop que ha grabado en su vida, y que como tal es recibida por el público.

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Angel vuelve más atrás todavía con dos visitas a Burn Your Fire for No Witness, con la urgente Forgiven/Forgotten. Una de las sorpresas de la noche, pues últimamente había desaparecido de su repertorio habitual. Le sigue Windows, tras recordar que la tocó en su anterior visita en el Teatro Calderón. Aquella cita fallida donde cayeron varias versiones desnudas de temas de All Mirrors antes de ser grabado. Llega el momento de ir finalizando y, viendo que hay tiempo para otra canción, consulta con la banda y nos da a elegir entre Sweet Dreams y Acrobat. Elegimos esta última. Y  llegamos a otra clara muestra de lo bien que sientan los nuevos arreglos a sus viejas canciones. Finaliza el concierto con Endgame, que no se antoja la mejor elección para ello, con su tempo lánguido y monótono. 

Los nuevos arreglos de las viejas canciones las dotan de una nueva vida. El camino desde su inicios folk al pop orquestal ha sido tan natural que es complicado pensar en cuál será el próximo paso en su carrera. Pero siempre deja la sensación de que no ha acabado de explotar todavía su enorme talento. «Chance» muestra cuál puede ser el camino a seguir.

El adiós definitivo llega con Chance, la magnífica balada que cierra All Mirrors, posiblemente la obra cumbre de su carrera. Angel se revela como una experta vocalista jugando con diferentes registros, tanto musicales como emocionales. Pasa del drama épico al susurro más vulnerable con gran facilidad, creando una emocionante atmósfera que es, sin duda, el punto álgido de la noche. Un milagro de canción, que suena a clásico desde el primer día y que, según la propia Olsen, nació de su obsesión por el maravilloso film de Agnés Vardá, Cleo de 5 a 7.

Y sí, hay mucho de sensualidad francesa en su nueva etapa. En algunos momentos de la velada ha sobrevolado el espíritu de Serge Gainsbourg en unas canciones que demuestran la madurez que ha alcanzado la artista americana. Sus altibajos como persona le han ayudado a crecer y ahora todos los espejos (all mirrors) le devuelven reflejada su grandeza. 

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Abriendo el concierto estuvieron Hand Habits, el proyecto de la guitarrista Meg Duffy. Conocida, entre otros trabajos, por grabar en estudio con The War on Drugs o Weyes Blood y por estar en la banda de directo de Kevin Morby. En media hora no solo demostró su contrastada reputación como guitarrista, sino también su buen olfato para componer canciones de indie rock. Otro nombre a tener en cuenta entre las talentosas mujeres que están haciéndose un hueco en la escena alternativa. En formato trío y con absoluto protagonismo a cargo de la tímida Meg, fue presentando temas propios como Placeholder o Jessica. Y, como despedida, una bonita versión de The Only Living Boy in New York de Simon & Garfunkel.

Foto de portada: Jorge T. Gómez

Fotos: Javier Casamor

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