Sylvester Stallone, el ítalo-americano infatigable

Soy un animal de costumbres. Los viernes al mediodía, cuando termina mi semana laboral, me tomo una caña en un restaurante italiano, un lugar delicioso. Su dueño cambió la decoración hace unos días, pero hasta hace poco los rostros de Al Pacino, Robert De Niro o el inolvidable Totó poblaban sus paredes. Y en una de esas conversaciones en las que el paladar abre la puerta del fin de semana, el dueño del local me comentó: “¿te has fijado que los actores italo-americanos siempre están trabajando?, fíjate en Sylvester Stallone, no hay un año durante el que no estrene una o dos películas”.

Y es cierto, al bueno de Sylvester se le critica a menudo por su inexpresividad, por lo fallido de algunos de sus últimos films —¿era necesaria “Rambo: Last Blood” (2019) tras el extraordinario fin de la saga que era “John Rambo” (2008)?—, pero todo el mundo olvida que es un verdadero adicto al trabajo. Es más, tras cada batacazo, como su inmortal Rocky Balboa, se levanta de la lona y vuelve a la carga. No hay descanso. No hay dolor.

Sólo cabe centrarse en nuevos proyectos; aunque las tres entregas de “Plan de escape” hayan sido puramente alimenticias no se puede negar que el tipo ha estado siempre ahí, incluso en los momentos más duros. En 2012 su hijo Sage, que interpretó al hijo de Rocky en la infumable “Rocky V”, falleció de un ataque al corazón, pero su padre siguió adelante manteniendo la mente lo más ocupada posible para alejar el dolor.

Entre sus últimas ideas cabe destacar la saga de “Los mercenarios”, una singular auto parodia del cine de acción que le encumbró en los ochenta. Sus tres entregas han reunido, al menos hasta el momento, a los actores que competían con él en las taquillas de la época a base de mamporros y ráfagas de metralleta. Junto a Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis y Chuck Norris entre otros, Stallone ha sabido hacer algo realmente inteligente: reírse de uno mismo, carcajearse hasta de su propia sombra. Con esta jugada maestra ha logrado una mayor complicidad con su público y, lo que parecía más complicado, hasta con la crítica.

De todas formas, en los momentos de duda, sus dos personajes fetiche han supuesto siempre la perfecta tabla de salvación. Tanto Rambo como Rocky constituyen un valor seguro porque la nostalgia vende. Y mucho. Mientras planea cuál será su próximo movimiento, Sly marea la perdiz sobre si ambos personajes han disparado su última bala o colgado definitivamente los guantes. La cuestión es mantener a sus fans atentos, pero lo que está claro es que este guerrero de los platós seguirá trabajando. No os quepa la menor duda de eso y de que una pizza con piña debería ser considerada un delito. Por eso, en ese restaurante que frecuento ni siquiera se encuentra en la carta y no estaría entre mis costumbres ni siquiera probarla. 

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