Las matemáticas son falibles. No son exactas. Y más aún aplicadas al Arte. No siempre la suma de uno más uno es dos, sino que a veces se queda en cero. No sabía que esperar de la unión en directo de un singer-songwriter de trayectoria tan larga como contrastada como Ramón Rodríguez con una artista multidisciplinar como Paula Bonet. ¿Sería un mero experimento gaseoso y fallido, un videoclip de arte y ensayo? Mi particular spoiler: que gozada cuando te sorprenden desde el minuto uno, cuando ensanchan tu mente con propuestas tan rompedoras como intensas.
El recital rasgó barreras pictosonicas : música y arte pictórico se complementaron no sólo de manera natural, sino también necesaria. Desde el inicio con “Ciclope”, Rodríguez y Bonet interactuaron en perfecta sintonía, con inusual complicidad. El eco de las guitarras españolas y acústicas se mezclaba con el sonido de los pinceles en el agua y el ir y venir de esbozos y cartulinas. “Oh, rompehielos” mutó de su tono country rock original al más austero folk, “Mientras Sea Intruso” no echó en falta la electricidad, y “El Yeti” surgió como uno de los momentos más emocionantes de la noche: Paula consiguió que acogiéramos la canción desde un nuevo punto de vista.
La rítmica “Quimera” y la penetrante “Reina del Amazonas” precedieron a unos problemas técnicos que dejaron diez minutos a Bonet en “stand by” , con Rodríguez aprovechando para atacar en solitario la cinematográfica “El poni roig”, “Lluvia y Truenos” (que mantuvo la sobriedad del disco que facturó The New Raemon con McEnroe) y la vital “Wittgenstein”. La unión de los dos artes volvió por todo lo alto con “La cafetera”, con ecos de Paul Weller en “En el centro del baile” y los arpegios de “Lo bello y lo bestia”.
La versión de la nostálgica “Agosto del 94” de McEnroe cerró el espectáculo desbordando emoción, con Paula Bonet dejándonos en shock con sus ilimitados recursos. Arte sin etiquetas ni ínfulas, un arriesgado paso adelante de dos creadores casados con la vocación, experiencia y talento.