Tardaremos varias eternidades en entender la profundidad del legado de un artista como Franco Battiato, alguien que traspasaba géneros musicales con una pasmosa naturalidad. Él era su propia música, más allá de adjetivos, de cualquier otra consideración.
Se ha ido un gran músico, un verdadero iconoclasta, alguien que huyó siempre del aplauso fácil y que se complicaba la vida buscando la belleza entre las partituras. Hemos perdido nuestro centro de gravedad permanente.