En 1993 Bowie quiso felicitar la navidad a sus amigos regalándoles un disco en el que había reunido piezas instrumentales que abarcaban desde su período berlinés hasta “The Buddha of Suburbia”. Incluyó también la sinfonía que Philip Glass grabó a partir de “Low”. Tituló el disco “All Saints” y solo hizo 150 copias. Mucho antes de eso, en 1976, Bowie era Thomas Jerome Newton, un extraterrestre que vino a la Tierra, y que hacia el final de la película que cuenta su peripecia grabó un disco, “The Visitor”, música espectral que llegó a las tiendas en el celuloide pero que los mortales no llegamos a conocer en las tiendas reales. Solo existía en la ficción, y posiblemente también en la mente del genio, porque no tardaríamos en conocer “Low” y se parecía mucho a lo que imaginábamos.
Ahora el músico valenciano Remi Carreres cierra el círculo, publicando un excelso disco de música instrumental de Bowie, con piezas del período que abarca de “Diamond Dogs” a “’Heroes’”. Y sí, lo titula “The Visitor”, y publica una edición en CD de tirada limitada, 100 ejemplares. Ni siquiera los 150 de “All Saints”, pero para los que no lleguen ahí quedan las descargas digitales en su bandcamp, un formato en el que Bowie fue a su vez pionero. Hay mucho Bowie en las células de Remi Carreres. Y se nota en el modo de abordar esta colección de música, que es tan fiel a Bowie en el espíritu que le permite, valga la paradoja, alejarse de los originales en la forma. Lo descubres cuando la escucha se abre con “V-2 Schneider” y no están ahí ni el saxo ni la letanía ominosa sino un exultante disparo para llenar la pista de baile bajo luces estroboscópicas que sin duda son solo blancas (creo yo, no sé cómo las imaginaréis los demás). Esa misma fidelidad sembrada de traición la destiló el propio Bowie cuando en el año 2000, en Glastonbury, desnudó a “’Heroes’” de épica y lo vistió con sonidos danzarines. Solo cuando amas tanto a Bowie puedes hacer lo que ha hecho Remi Carreres, un músico que en el siglo pasado apareció en proyectos con nombres tan sospechosos como “Glamour” o “Comité Cisne”.
“The Visitor” no es un tributo ni un disco de versiones, es mucho más. Es tanto como revivir al auténtico Bowie haciendo que suene distinto. Remi Carreres nunca pierde de vista los originales pero se sale del camino cuando quiere, y “Warszawa” ya no es un velo tenebroso sino un agujero de metal, y se atreve a reconstruir “Future Legend” sin su espeluznante monólogo, a inocularnos elevadas dosis de inquietud y alienación con un tejido musical que es suyo sin dejar de ser de Bowie. Puedes entretenerte en buscar las siete diferencias a lo largo del disco. Que si no está el saxo, que si no está la armónica de “A new career in a new town”, que si el bajo o la batería que no te esperabas aparecen en “Warszawa”, que si hay un sample de Kraftwerk… Pero nada de eso importa realmente si lo que quieres es sumergirte una vez más en el universo de Bowie (y en parte también de Brian Eno) y sentir que ese mundo de sensaciones es eterno y, como tal, se renueva constantemente.