JOHN PAUL KEITH, EL SOL VUELVE A BRILLAR

   Tendrás que decirme cómo lo haces, cómo consigues que estemos en lugares en los que no estamos, que cuando cantas en nuestras ciudades la América con la que hemos soñado en la oscuridad de los cines se haga realidad. Por cierto, ¿cómo es Memphis? ¿Es real o es un lugar del corazón? Hay tantas cosas que me pregunto cada vez que te bajas del escenario. Pero mientras estás arriba y cantas Miracle Drug, How Do I Say No o Everything’s Different Now docenas de imágenes me asaltan, y hay carreteras interminables, y Chevrolets, hay bourbon en los bares y batidos en las cafeterías, adolescentes calcetineras que se dejan robar besos, muchachos con gorras de béisbol, campos inmensos y tractores, vaqueros de ciudad y luces de neón que nunca parecen apagarse, iglesias y cánticos, almacenes y tenderos suspicaces, fiestas de graduación y reinas del baile cuyas faldas revolotean en la noche.

   Hay momentos en que los trenes de carga cruzan el escenario por raíles invisibles, traviesas que va colocando Matthew Wilson, de Milwaukee, Wisconsin, con el bajo, para que pasen lanzados los vagones, con la poderosa cadencia de Danny Banks, de Boston, Massachussets, a la batería. La América de los ferrocarriles también. No sé si algo de eso es cierto porque nunca he estado en Tennessee ni he visto los trenes pasar, y no importa porque todo es un sueño o es magia, y tú eres el mago que crea nuestros sueños con melodías que no se separan de nosotros. Nos hablas del amor y cuando dices que algo va mal – Something So Wrong – estás diciendo que va a ir bien, y cuando planteas que una relación no es una buena idea – Baby We’re A Bad Idea – en realidad quieres seguir adelante con ella. Antes de que cantes ya nos lo dice la música, las melodías llevan escrito el optimismo en cada nota. Quizá todo esto sucede porque el mundo en que vivimos está muy lejos de ser perfecto – A World like That – y necesitamos soñar otro.

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   Ahí estás tú, enarbolando tu Telecaster, ahuyentando la tiniebla con aullidos eléctricos que agrietan la noche (dios mío, qué solo hasta el último traste en The Rythm of the City), haciendo saltar efímeras luces cuando punteas las cuerdas como los viejos jazzmen en los tugurios, o hundiéndote cuando menos lo esperamos en el barro que hollaron hace medio siglo los viajeros del ácido. Ahí estás tú, meciéndonos en melodías eternas, como si pisaras ese camino de baldosas amarillas que sin duda existe y tú conoces, canciones perfectas imposibles de concebir y que sin embargo tú imaginaste. Has venido de nuevo a la ciudad, el viento te ha traído a nuestro encuentro con un mensaje de esperanza – The Sun’s Gonna Shine Again – y hemos bailado toda la noche tus canciones, hemos sentido la dulzura y el éxtasis, el latigazo que nos hace sentir vivos y la caricia que clausura los pesares. Una vez más has convocado a los espíritus y te han poseído, han volado hasta tu alma desde las emisoras de radio en las que habitan desde hace décadas, desde las madrugadas solitarias en las que el mañana se imagina entre volutas de humo. Sonreías viéndonos a todos nosotros, un centenar de perfiles en la sombra, estremecidos, prisioneros de tu música sin poder ni querer escapar. Me tendrás que contar, John, cómo lo consigues.

   John Paul Keith actuó en la Sala El Sol de Madrid el 11 de mayo y en la Caja Negra de Alicante el 13 de mayo.

Texto de Juan J. Vicedo

Videos y foto Juan J. Vicedo

Fotos por Ana Hortelano

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