La primera página en la historia discográfica del blues la escribió una mujer negra: Mamie Smith. La canción se tituló Crazy Blues, hablaba de pérdidas y trenes, y quedó inmortalizada para la eternidad en los surcos de un disco. Fue un éxito instantáneo y vendió en noviembre de 1920 la friolera de 75.000 copias.
Desde ese instante las oportunidades musicales se multiplicaron y por aquella rendija inicial penetraron otras voces femeninas de enorme valor: Viola McCoy, Trixie Smith, Alberta Hunter, Ida Cox, Rosa Henderson, Lucille Bogan, Sara Martin, Ma Rainey… Todas afroamericanas que fueron abriendo ignotos caminos para aquellos sonidos, con mezclas insospechadas que engrandecieron el emergente discurso musical hasta alcanzar las gargantas de otras diosas como Aretha Franklin, Etta James o Bessie Smith.
La polinización cruzada engrandeció el género desde su nacimiento y guía también los pasos de Itziar Yagüe, cuyo segundo disco, Girl Like Me, confirma la solidez de su propuesta enraizada en el espíritu fundacional de las primeras damas del blues. ¿Por qué polinización cruzada? Porque la flamante entrega simboliza el transporte y posterior mezcla del polen musical que atesora esta vocalista desde unos territorios a otros, no solo espacios físicos, sino también emocionales; en este caso, se cruzan los vientos de esta alavesa (en el ecuador de la cuarentena) con los de un estadounidense llamado Greg Izor, armonicista que nació en Marksville pequeña población del estado Luisiana, y formado en las grandes capitales musicales del sur americano. Este cruce entre Vitoria y Lousiana también demuestra que Yagüe sabe rodearse de grandes armonicistas; cabe recordar que en el disco anterior de la cantante (Delicious, 2020) sonaba el también virtuoso Víctor Barceló.
Greg Izor ha compuesto en solitario la mitad de los temas del disco y la otra mitad los ha escrito la propia Itziar o firman a pachas. La renovada piel que cubre la voz se aprecia desde la primera canción, Right Now, con el respaldo de César Crespo (guitarra), Paul San Martín (piano), Raúl Platz (bajo) y Dani Domínguez (batería), más Greg Izor a la armónica. Apertura muy sugerente, de gran calidez y un ritmo muy embridado que roza la perfección.
La banda pisa el acelerador para el segundo corte: The Big Bang. Resulta bailable al compás del potente órgano, hasta dar paso al siguiente corte: How to Let You Know. Se trata de la primera que muestra el músculo compositor de Yagüe y, al igual que la pionera Mamie, se asoma al tren desde su primer verso (“another train”). Las letras de nuestra blueswoman indagan en emociones y se asoman a la intimidad, al igual que se comprobó en su debut.
El paso del ecuador se llama Girl like Me. “Nunca has conocido a una chica como yo”, proclama la canción que da título al disco. Para abordar esta composición, Izor ha debido de saltarse a la torera los trámites parlamentarios que obstaculizan la ley trans y consigue transmutarse bajo la epidermis del otro sexo. Ahora suenan de forma muy distinta, con otro registro más sureño, accesible y grupal.
Los coros de la quinta pieza, All the Things We Do, brillan junto al piano en esta canción que ambos protagonistas escribieron y entonan al alimón, hasta llegar al punto final con Life Without Love, un cierre del disco marcado por la guitarra de André Édipo y un intimismo que florece primaveralmente en la garganta de Itziar.
Destaca la gran variedad sonora tras la escucha de esta media docena de joyitas. La suma de recursos musicales navega con libertad entre las aguas cruzadas del rhythm & blues, soul, jazz o el propio blues, lo que reafirma el enriquecimiento que supone esta aventura por el cruce sonoro. El último paso de la artista confirma que acertó cuando hace década y media apostó fuerte por volcarse en la música. Ahora disfruta de una gran racha que arrastra desde su paso por el ciclo Latina Jazz de Madrid, el concierto en el Festival Internacional de Blues de Cerdanyola o la presentación en el Club Clavicémbalo de Lugo, tiempo después del gran concierto que ofreció en el marco de la Moratalaz Blues Factory.
Puede verse, en definitiva, Girl Like Me como un disco de madurez y al contrastarlo con el álbum anterior se percibe una nítida evolución, fruto de esa polinización cruzada que evita el riesgo mortal que acosa a todo artista: repetirse. Consigue este progreso tras profundizar en un intimismo que la caracteriza, un viaje hacia el interior de su piel que se distancia de las cabriolas y virguerías de las que es capaz tras contemplarla en sus directos. Ese ejercicio de contención expresiva es uno de los grandes puntales de Girl Like Me. Cierto, Itziar: no hay chicas como tú.