Devin Townsend, el faro que vino del espacio.

Pulpos, faros, marcianos… Devin Townsend desplegó todo su arsenal en Barcelona para guiarnos a través de su música.

Hay algo en la música de Devin Townsend que resulta tan «única» que puede llegar a hacerse de difícil digestión. Podría parecer una afirmación con tintes negativos, pero lo cierto es que es todo lo contrario. El músico canadiense está siempre en continua evolución y no solo a nivel musical. Su catálogo de personajes protagonistas de cada reinvención se amplía con cada nuevo trabajo. Salvando las distancias, podría estar siguiendo los pasos de otro genio complejo como es Frank Zappa y a nadie le resultaría extraño. De hecho él es uno de sus grandes referentes. 

Y como él, Townsend no compone para el gran público. Es un alma libre al que parece importarle poco las ventas y más en poder sanear el torrente de ideas que parece estar en continua ebullición en su cerebro. Con «Lightwork» estamos ante un disco más accesible pero sin dejar de ser imaginativo, explorando todo un mundo de afinaciones alternativas. Pero quedaba por saber cómo iban a verse representadas todo el resto de personalidades concentradas en dos horas de concierto. Eso sí, antes la sala Razzmatazz podría disfrutar de los escogidos para ir dando ambiente. 

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Los primeros en salir al escenario fueron los noruegos Fixation, que tuvieron que enfrentarse a una sala casi vacía. No creo que hubieran más de 100 personas cuando empezaron su set. No se que impresión se llevarían siendo esta la primera vez que tocaban en nuestro país. Pero lo cierto es que conocedores de su status, salieron con actitud y sin dejarse intimidar por la sensación de tener un desierto frente a ellos. Dentro de la onda del nuevo metal melódico supieron captar la atención de los pocos que los disfrutamos. Con un EP en el mercado, y su primer disco en un horizonte cercano, dejaron en los seis temas buenas sensaciones. Canciones como “Neurosis”, “Bloodline” o “What We have Done” tienen ese punto comercial de estribillo pegadizo que te alegra una tarde. Merecida ovación final la que se llevaron por parte de una Razzmatazz que se llenaba a cuentagotas.

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Los franceses Klone eran los siguientes en ocupar las tablas. Tenía cierta curiosidad en esta banda que lleva casi treinta años de carrera. Desde el escenario se tuvieron que enfrentar a una sala a media capacidad aun. Quizás fuera ese el motivo de que los buenos temas que tienen no vinieran acompañados de algo de la actitud que aportaron sus predecesores. Basaron el repertorio en los seis discos que tienen a sus espaldas, centrándose en “Meanwhile” su último trabajo. Un disco más maduro donde se puede apreciar el gusto por el metal más progresivo con melodías que en ciertos momentos me traían a Marillion a la cabeza. Como curiosidad una endurecida versión de “Army Of War” de Bjork que dejó el terreno preparado para “Yonder” que aportó un punto épico para finalizar el set. Cumplieron con la tarea de hacer más amena la espera hasta que llegara el plato fuerte.

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Y llegó el momento esperado de tener a Devin Townsend y comprobar que nuevas locuras nos tenía reservadas. Para comenzar un montaje bastante discreto, pero con mucha presencia de pulpos de peluche sobre los instrumentos. Townsend es uno de esos artistas que llenan el escenario con su sola presencia. No tiene ese aura mística que gente como Coverdale o Plant emanan cuando aparecen. Su arma principal es el buen rollo que transmite en cuanto aparece. Tras presentar a la banda, pedir calma al público para que escucharan a los pájaros cantaran, se despachó con “Lightworker”, el primero de los cuatro temas que sonarían de su último trabajo. Ese híbrido entre metal y lírica hizo que Razzmatazz se uniera a los coros del tema como si fuera un tema clásico. 

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“Kingdom” siguió esa senda y dejó muy clara la relación entre el músico y sus seguidores. Y es que viendo como disfrutan los músicos con las locuras de su jefe, es normal que los devidianos disfruten de cada intervención del canadiense. Para “Dimensions” la estrella fue un theremin con un gran pulpo de peluche que el músico usaba para moverse entre las frecuencias del instrumento. Devin Townsend concibe sus trabajos como obras complejas y de su cerebro puede surgir un tema a medio camino del cabaret y la opera (siempre metal) como es “Why?”. Su capacidad del espectáculo lo lleva a bromear con los encargados de la seguridad del escenario con un dominio perfecto de los tempos y las maneras para resultar divertido. 

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Una de las cosas que impresiona de sus directos es la cantidad de registros que el gigante canadiense es capaz de alcanzar con su voz sin esforzarse lo más mínimo. Como prometió al principio, además de nuevas canciones también habían viejas como “The Fluke” que sonó contundente. Sin duda una de las canciones más celebradas de la noche fue “Deadhead” en la que la base conformada por James Leach (bajo) y Darby Todd (batería) se mostró como una maquinaria perfectamente engrasada. 

Para rebajar un poco las revoluciones nada mejor que “Deep Peace”. No he dicho nada hasta ahora de Mike Keneally, pero tener un escudero como él es un auténtico lujo. Es capaz de añadir sensibilidad a la afinación más extraña y oscura, y forma junto a Townsend una dupla increíble. En este tema ambos dejaron ver sus habilidades como músicos en un largo desarrollo intermedio que hizo que Devin cayera de rodillas ante el solo a teclado y guitarra de Keneally. Si a eso sumamos el melódico solo de guitarra de Townsend en esta canción, esta canción de “Terria” quedaría entre lo mejor de la noche. 

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“Heartbreaker” nos dejó disfrutar de los coros de Keneally (Es que este hombre no hace nada mal?) antes de que el aire positivo de “Spirits Will Collide” lo impregnara todo. Un tema que podría ser lo más cercano que Townsend debe tener a un himno grupal. El tramo final lo reservo a recordar su disco “Infinity” del que sonaron “Truth” y “Bad Devil”, una de las composiciones de su discografía que más se pueden asemejar a un rock clásico. Empezaron con Townsend y Keneally compartiendo el teclado e invitando al público a bailar. En su línea divertida advirtió que había llegado el momento de salir del escenario y hacerse los interesantes hasta que pidieramos que volvieran. 

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No salió ni del escenario que ya estaba de vuelta con los músicos. Y no dejó nada para la sorpresa. Avisó que quedaban dos temas y así fue. Un último corte de “Lightwork”, quizás el más comercial, como es “Call Of The Void” y el recuerdo a Strapping Young Lad de la mano de “Love?”. Fue sin duda uno los momentos más potentes y duros del concierto, tanto que una de las cuerdas de su guitarra no resistió los envites del canadiense. Nada que un rápido cambio de guitarras en el momento adecuado no pudiera solucionar.

Un final por todo lo alto que mereció una mayor respuesta del público. Aunque si tengo que ser sincero, poder disfrutar de un concierto de este nivel sin agobios se agradece. Espero que el volumen de entradas vendidas no impida futuras visitas de este gran músico de piernas divertidas como él mismo se define, porque Devin Townsend vale mucho la pena.

Fotos: Desi Estévez




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