En muy pocos días volveremos a tener en nuestros escenarios al ubicuo Glenn Hughes, que parece haberse tomado un descanso de The Dead Daisies para presentarse en solitario para rememorar de nuevo sus días de gloria púrpura. La excusa esta vez se presenta como el cincuenta aniversario de la publicación del imbatible Burn. Cierto es que casi falta un año para la susodicha efeméride, pero tratándose de un artefacto del calibre de Burn poco importa, como si fuera el treintaisieteavo y medio cumpleaños, cualquier excusa es buena para rememorar uno de los tres vértices de la santísima trinidad púrpura junto a In Rock y Machine Head.
Pero para entender un álbum como Burn hay que tener en cuenta muchas variantes que ocurrieron en el año setenta y tres, el año en que los Deep Purple más clásicos implosionaron. Para no extendernos más de la cuenta, podemos afirmar que el germen de todo fue la devoción que Ritchie Blackmore empezó a sentir entonces hacia la voz de Paul Rodgers. De hecho iba a abandonar a su banda para formar una banda llamada Babyface junto a Rodgers, Phil Lynnot e Ian Paice. Al final las aguas volvieron a su cauce y con Gillan y Glover fuera de la ecuación se acordó que el ex vocalista de Free sería el nuevo cantante de la Púrpura Profunda, pero una filtración a la prensa bastante antes de tiempo provocó que Rodgers estallara en cólera y se fuera todo ofendido y formara Bad Company.
Aun así, compuesto y sin novia Blackmore quería seguir tirando hacia ese estilo de voz y a un estilo más bluesy. Y el primero en entrar en la ecuación fue el bajista/vocalista Glenn Hughes al que el guitarrista y Jon Lord ya le tenían cotejado tras haber ido a un concierto de Trapeze. Su pulsión más rítmica con el bajo y su voz aguda les convencieron para hacer de contrapunto a la voz cálida y grave que querían como frontman.
El puesto finalmente le fue otorgado a un jovencísimo y apocado David Coverdale, que poseía ese tono cálido, bonito, grave y bluesy que tanto obsesionaba a Blackmore. Y con la formación ya al completo, tras algunos conciertos de rodaje entraron al estudio con la química entre ellos a tope, y se publicó en febrero de 1974 el referencial Burn. Y sin ningún tipo de duda seguían siendo Deep Purple, pero los límites de su música se habían expandido de manera exponencial.
Seguía habiendo hard rock marca de la casa como el demoledor tema título o «What’s Going On Here». Pero el blues hacía acto de presencia como nunca y de manera nada velada en «Might Just Take Your Life» y especialmente en la inmortal «Mistreated», posiblemente la concepción más absoluta de Ritchie Blackmore del blues rock. También destaca sobremanera la pulsión mucho más groove y funk de Glenn Hughes en piezas como las rítmicas y aceleradas «You Fool No One» o «Lay Down Stay Down». Y también como presagio de un futuro muy cercano y aciago para la banda a la vez el soul se colaba en las influencias del quinteto, en la bella y deliciosa «Sail Away».
Pero si algo destacaba de manera especial en un disco sin mácula era la novedad de dos cantantes solistas. Las voces de Coverdale y Hughes se complementaban como el ying y el yang, encarando casi todos los temas a pachas dándose perfectamente réplicas agudas y graves, cosa que ya alcanzaría cotas de exquisitez en el polémico Stormbringer. Pero eso es otra historia que seguro que será contada en este rincón virtual. Sin duda Burn fue el revulsivo que necesitaba la banda tras los tensos tiempos de «Made In Japan», un disco que les hizo abrirse a nuevos horizontes y que hizo también que Glenn Hughes y David Coverdale entraran como elefantes en cacharrería en el mundo del hard rock. Existen discos igual de buenos que «Burn» (1974) de Deep Purple, pero no mejores…
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
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