Uno de los tópicos más manidos del rock es el “yo estuve allí”: estuve en el mejor concierto de Springsteen de la historia (1981 en BCN), en el concierto secreto de Paul McCartney en Zeleste del 91, en el debut de Pearl Jam en España en la sala Revolver de Madrid ante 400 personas en el 92 o en las tres noches de Phish en BCN en 1998.
Mitos y leyendas que normalmente no se ajustan a la verdad ni de cerca. Postureo musical de muchos/as que cuando sospechas que es más deseo que realidad pasas de la estupefacción a la risa. En mi caso puedo decir que estuve en los primeros pasos de un autentico supergrupo, que con su estreno de larga durada confirman y amplían sensaciones. Riders Of The Canyon han facturado uno de los mejores discos de este año. Y son de aquí, pero la onda expansiva se extiende por todo el mundo.
Desde su embrionaria actuación teloneando a Band of Heathens en el siempre añorado Rocksound de BCN en 2017, a su paso firme por Olot en 2019, la banda ha ido macerando sonidos, canciones y sensaciones. Percepciones avanzadas por el EP de presentación publicado el año pasado, y corroboradas por el lanzamiento de este exquisito “Riders Of The Canyon”(2023), editado por una de las discográficas más infalibles de nuestro país, Great Canyon Records.
Y es que podríamos afirmar que su mayor logro es la cohesión del conjunto. Joana Serrat, Matthew McDaid, Roger Usart y Víctor Partido (que sustituye a la inicial Marta Delmont) fusionan personalidades y apartan egos para crear sonidos reconocibles en nuevos paisajes. La ayuda en la instrumentación de un clásico como B. J. Cole o gente de los ya reivindicables Midlake ensancha la carga emocional de todo el álbum.
El principio con “Master Of My Lonely Time” es puro Joana Serrat (no olvidemos que “Hardcore From The Heart” estuvo en el top de la mayoría de votaciones al mejor LP de 2021), “Dirty Water” y “Here In My Dreams” se cimentan en el eje principal del álbum, las armonías vocales, y el minimalismo de “Everything Blooms In Spring” los acerca a los American Recordings de Johnny Cash.
“Downtown” comienza con un riff super country para evolucionar en un pop luminoso de los 60’s y “Riders Of The Canyon” también rezuma Joana por los cuatros costados: piano, slide, reverb y trompetas crepusculares. “Sunrising” con ecos de Petty y “Wild River” con las cadencias del “Harvest” de Neil Young preceden al cierre con la “modernidad” de “Some Kinda Addiction” y la austeridad western de “Sorrow Song”.
Los ingleses (en este caso la prestigiosa Uncut), tan dados a veces a la exageración, le han otorgado al disco un 9 sobre 10. ¿Excesivo? Para nada. Un claro ejemplo de lo que es la música sin fronteras, fruto de años de pasión y trabajo duro que da los frutos en el mejor momento. Un álbum atemporal, para degustar y celebrar, para tardes de otoño o rutas de primavera, para sombras en verano o nevadas de invierno. Un clásico contemporáneo.