Mi primer encuentro en directo con los holandeses DeWolff me despejó viejas dudas y me creó de nuevas. Clarificaron que son de esas bandas con álbumes seductores pero no arrebatadores que encima de las tablas se expanden y maximizan su propuesta.: apóstoles del RnR setentero cuya única misión en el escenario es no hacer prisioneros.
Certificada mi duda inicial, después del recital me generaron otra: ¿es posible revitalizar y continuar el género sin los tics y excesos de las bandas originales? De momento me parece que no. Dentro de un concierto más que notable, y por buscarle algún “pero”, me chirriaron algunos anacronismos como los largos desarrollos instrumentales (demasiado deudores de la época) o la sobreexcitación de su líder Pablo van de Poel exprimiendo los clichés comunicativos con la audiencia. Pero vista la respuesta entusiasta del público posiblemente soy yo que le busco tres pies al gato.
Porque de actitud y conocimiento musical van más que sobrados: al son de “I’m the Wolf” de Howlin’ Wolf aparecieron con sus impecables trajes de batalla dispuestos a iniciar una ceremonia nostálgico-musical donde el hard, el progresivo, el RnR y el boogie hermanan con una fluidez de manual.
Y es que a parte del alto nivel de instrumentación su mayor don es el de tamizar todas las fundacionales influencias de los grandes nombres del período sin sonar a copia o a tributo: simplemente lo mezclan todo para conseguir un sonido propio.
Un inicio demoledor con la Purpeliana “Night Train”, una “R U My Saviour?” que bebe de Faces, Derringer y Foghat, “Live Like You” con ecos de Budgie o la única concesión al descanso , Will o’ the Wisp (cruce de Santana y los Mac de Peter Green), fueron varios de los highlights de la noche. Como cierre la mastodóntica “Rosita”, un delirio progresivo de más de 20 minutos que funciona como su propio “Whipping Post”. Música atemporal sin (tristemente) relevo generacional…
Fotos José Figueres.
