El Paradiso de Amsterdam acogió anoche a Lucinda Williams y a su potente banda durante esta parada europea tras la publicación a mediados de 2023 de Stories From a Rock’n Roll Heart. Williams llega desde Inglaterra, donde ha variado con generosidad el repertorio, y parte para otras sesiones previstas esta semana en Alemania.
Un álbum que se titula así da a entender que se trata, en cierta forma, de un recopilatorio que tamiza una vida en la carretera. Podrían verse las canciones seleccionadas anoche como una especie de equipaje sonoro de urgencia con lo esencial que uno se lleva cuando empiezan los avisos serios de despedida.
Tocó casi dos horas, con tres temas de propina, y comenzó con Lets Get The Band Together, flanqueada por las tremendas guitarras de un recién incorporado Marc Ford y de Doug Pettibone, ambos magistrales al enredarse en sus solos. La potencia rítmica de Butch Norton se impuso de forma progresiva durante la noche, al igual que también se animó el bajista David Sutton al adentrarse en el concierto con Crescent City, Protection o Stolen Moments, dedicada al padre de la artista fallecido recientemente.
A mitad de la velada llega un momento difícil. Lucinda se estaba aplicando un aerosol en la boca entre canción y canción, pero el frasquito cayó por el suelo y se la vio intentar recogerlo para susto del pipa (y de la concurrencia), quien tuvo reflejos para evitar riesgos de caída.
La mano izquierda de Williams no se mueve apenas y el gesto de fastidio mezclado con determinación fueron aplaudidos con tierna complicidad por el público que abarrotaba el local. Tras ese Rubicón la banda coge fuerza y suenan de lujo Lake Charles, Car Wheels o Rock and Roll Heart. Subidón reivindicativo con You Can’t Rule Me, como si la septuagenaria dejara claro su ánimo de combate por la música y proclamara que sobre su salud manda el ingobernable rock de su banda.
Una forma precisa y preciosa de explicar que ella sí está para estos trotes cuando la acompaña una banda sensacional y siente la necesidad (emocional y probablemente económica) de mantenerse en la carretera. Puede ser que Lucinda Williams quiera devolver con estas historias musicales el golpe recibido con el derrame cerebral, en plan karateca y a favor de la artista herida en 2020.
Este galope musical suena por eso a musicoterapia que añade como ingrediente básico la vuelta a la carretera donde desafía públicamente los límites de su salud con pasión admirable.
Fotos Miguel López.
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