Un «casi» con trampa. Porque la única manera que hubiera alcanzado la perfección es si hubiera durado 14 horas. Como mínimo. Si obviamos este dato, fue la perfección absoluta.
Porque Rush estaba en uno de sus grandes momentos, en una plenitud y madurez tremenda, temporizando esfuerzos y momentos como un reloj, con discurso propio pero pensando también en el fan. En uno de sus lugares fetiche, el Festhalle de Frankfurt, y con un sold out de casi 14000 personas, los canadienses demostraron que la perfección técnica no tiene por qué estar reñida con intensidad, alma y descontrol.
Un recital de dos horas y media englobado en el Time Machine Tour (capturado magníficamente en el DVD «Live in Cleveland«), una gira mundial que «obligó» a muchos españoles a peregrinar por Europa en la búsqueda del “Santo Grial” musical. En el caso de Frankfurt 26 temas (divididos en dos partes y un bis) con un divertido aperitivo en forma de video que dio paso a un inicio demoledor:»The Spirit of Radio», «Time Stand Still» y «Presto» desataron el asombro y locura entre los que no habíamos visto a la banda en directo.
El Síndrome de Stendhal se apoderó de mí con «Freewill», «Subdivisions» o un inicio de la segunda parte para la que sinceramente no estaba preparado: la ejecución en su totalidad de uno de los mejores albums de la historia, el irrepetible «Moving Pictures». De aquí al final lágrimas en los ojos con “Closer to the Heart”, “2112” o ese cubo de Rubik que es “La Villa Strangiato”.
Delante de un auténtico muro del sonido, los tres reyes magos: un Geddy Lee insuperable en la ejecución instrumental y terrenalmente cálido en la vocal, Alex Lifeson como el artista creativo y singular de la banda y Neil Peart a las baquetas: posiblemente el mejor batería de la historia, un metrónomo humano capaz de insuflar alma y vida a las matemáticas que implica la percusión. Rush, o la perfección sin límites…
