Volver a encontrarse con Alice Cooper, es como volver a ver esa película que ya has visto unas cuantas veces pero que da igual. Sabes lo que vas a ver y conoces de antemano lo que sucederá en cada momento, pero eso no le quita la magia ni disfrutar de ello como si fuera la primera vez.
Además la vieja Alicia, al contrario de la mayoría de compañeros de su generación, en ningún momento ofrece decadencia y siempre se muestra cómo un valor clásico seguro. Cierto es que nunca tuvo un rango vocal privilegiado (lo suyo oscilaba más entre el recitado y la entonación), y a nivel físico siempre ha ofrecido más carismática presencia que carreras y piruetas escénicas, a eso hay que sumarle una banda bastante más joven que él, que le cubren la retaguardia sin fisuras.
Con estas premisas las cosa tenía muchos visos de salir muy bien y así fue. Y los encontramos a un Alice de repertorio conservador con una gran mayoría de clásicos infalibles. Sólo la resultona “Welcome To The Show” representó su actualidad discográfica. A partir de ahí se pudo escuchar casi todo lo que anhelaba la gente que había pagado por estar ahí. Es decir el grueso de su producción discográfica del periodo 71-75. Incontestables e imbatibles “No More Mr. Nice Guy”, “Eighteen”, “Under My Wheels” o “Billion Dollar Babies”, pero también fueron muy bien recibidas las menos habituales “Be My Lover” o “Cold Ethyl”.
Pero no sólo de publico casual vive Alice y rebuscó un poco en su catálogo post etapa clásica. Y fue hasta emocionante redescubrir canciones tan reivindicables como “Bad Of Nails”, “He’s Back (The Man Behind The Mask)” o la cachonda “Lost In America”. Por ser un poco pejigueros se podría decir que el sonido no llegó a ser todo lo pulido que debería pero la banda que ya hace tiempo que le acompaña es de solvencia contrastada, representando quizás Ryan Roxie y Chuck Garric el lado más rock’n’roll y la vitoreada Nita Strauss la vertiente más metálica. Bastante criticada por el sector más purista, y algo de razón no les falta, quizás usa y abusa de poses y de pirotecnia a las seis cuerdas, pero tampoco hay que olvidar que desde los lejanos tiempos de ‘Constrictor’ Alice Cooper enfocó su carrera al mercado hard & heavy y en consecuencia la mayoría de metámeros que le siguen y le mantienen en su posición ven a Nita como un objeto de deseo tanto físico como musical.
Ya tocaba enfocar la recta final y dar rienda libre a su espectáculo del tren de la bruja que hizo que miles de adolescentes americanos le elevaran a los altares. Con “Welcome To My Nightmare” se dio paso a al sadomasoquismo con la infalible ‘Go To Hell”, a la demencia con camisa de fuerza de la siempre emocionante “Ballad Of Dwight Fry” y la esperada decapitación con la insana “I Love The Dead”.
Todo visto unas cuantas veces por supuesto, pero que nos sigue dando ese subidón de como si fuera la primera vez. Vuelto de entre los muertos se presentó a la presidencia de Estados Unidos con “Elected” (con púlpito incluido) mostrando mucho más carisma que los mediocres (siendo generosos Trump y Biden).
El grand finale llego como es habitual y sin sorpresas con la imprescindible “School’s Out”, acometida de manera brillante y enérgica, con presentación de l a banda e intercalando los ya habituales versos pinkfloydianos. La escuela se había acabado y aunque la clase se antojó un pelón corta (ochenta y cinco minutos), fue como siempre de obligada asistencia. No sólo nos volvió a vender su pesadilla, sino que en el acogedor entorno del Poble Espanyol también nos regaló un bonito mal sueño de un noche de verano.
Fotos Desi Estévez.
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