Un viaje en una nave espacial a través del desierto flotando en un mar de armonías y psicodelia, fue el concierto de Black Mountain en Barcelona.
Conciertos como el de ayer 6 de agosto de Black Mountain en el Razz 3 de Barcelona nos reafirman en la idea de que la música que nos importa no se encuentra en los grandes festivales.
Bueno, si sirven para que una banda como Black Mountain agenden 2 fechas en nuestro país de camino a algún festival europeo, adelante.
Dosis de rock progresivo, psicodelia y dinámicas catárquicas fue lo que pudimos disfrutar ayer de una banda que hacía más tiempo del deseable que no presenciábamos. Stephen McBean y los suyos ofrecieron en Barcelona esa reconfiguración desenfrenada y tremendamente aventurera de la nostalgia de sesentera y setentera que está tan ligada al presente como atractiva con el pasado. Los sintetizadores progresivos volaron en Barcelona y las melodías más centradas a la vanguardia en su sonido, acompañada de esa dinámica de rock clásico que lo sustenta todo y que recordaban a Sabbath y Wishbone Ash.
Cuando Black Mountain evoca a los trituradores de antaño como Blue Cheer, Jefferson Airplane y Led Zeppelin, su técnica se acerca más a la de Galaxie 500 de Dean Wareham y Velvet Underground, que abandonaron el espectáculo y buscaron a fondo el alma fundamental de la música que sea más inmensa y envolvente. ¡Ojalá vuelvan pronto!