Tara Beier edita su nuevo disco, “Mourning Doves of Joshua Tree”. Un trabajo grabado entre el Shabby Road Studio (Nashville), The Village Studios (Los Ángeles) y Goat Mountain Recording Studios (California.). Todas las canciones están escritas por Tara en un producido por Steve Stout (Lifehouse). Edita Manimal Records.
Escucha “Mourning Doves of Joshua Tree” de Tara Beier aquí:
Nacida y criada en Vancouver de madre canadiense y padre filipino, Tara se sumergió desde muy joven en la naturaleza, la creatividad y la equitación. A los 5 años comenzó a tocar el piano clásico. Se graduó en Criminología por la Universidad Simon Fraser. Tara empezó como cineasta, dirigiendo en 2011 un documental social sobre la historia de un refugiado birmano. También realizó una película sobre los indígenas americanos donde reivindicaba la figura de Buffy Sainte-Marie. Diagnosticada con TEPT, recibió varios años de psicoterapia y completó un programa de recuperación. Además, luchó contra la infertilidad durante años, hasta conseguir ser madre de gemelos.
En 2016, Tara lanzó su álbum debut «Hero & The Sage» con gran acogida. La canción que da título al álbum fue seleccionada para la campaña de Biden. La conocimos en 2020, cuando grabó «Super Bloom», producido por el gran Ken Coomer. El disco supuso su debut en Manimal Vinyl (sello con sede en Los Ángeles, que incluye en su catálogo a artistas como Yoko Ono, Moby o Duran Duran). Lo último que sabíamos de ella era su EP de 2022 «Her Story», que homenajeaba a artistas folk femeninas de las décadas de 1960 y 1970 con versiones de Joni Mitchell (enorme su cover de «California») o Joan Baez.
El nuevo álbum procesa el dolor de la pérdida de su abuela y se inspira en la naturaleza sanadora del desierto de Joshua Tree, donde reside actualmente. Las tórtolas la visitaban habitualmente. Como dice la leyenda. las visitas de estas aves suelen representar seres queridos o ángeles manifestándose. Eso brindó consuelo a Beier, haciéndole sentir que su abuela estaba con ella. Esta historia de las tórtolas aparece en “Mourning Dove”, una de las canciones más brillantes del disco. El desierto fue el escenario perfecto para procesar su dolor y «reencontrarse conmigo misma como artista». La belleza mística de las letras y la música refleja este período de la vida de Beier.
“El desierto de Joshua Tree es la columna vertebral de mi nuevo álbum. No veo el desierto como un lugar vacío, como el fondo del pozo. Lo veo como un punto de inflexión. Es el lugar al que vamos para bajar el ritmo, sentarnos en silencio y empezar a sanarnos”.
El primer single que nos llegó, “Rainbow”, era un fantástico himno a medio camino entre el rock psicodélico y Fleetwood Mac. Al parecer, se inspiró en una práctica terapéutica real que implica crear un espectro o «arcoíris» de límites que se quieren establecer. “¿Dónde encajas en mi arcoíris? Porque no estoy dispuesta a dejarte marchar”. Es decir, ¿quién eres en mi vida? ¿Sumas o restas?
Aunque el disco se abre con “Desert Soul”, otro soft rock con clara influencia del desierto. Una canción que tiene el mismo espíritu de los discos de Pearl Charles, otra artista radicada en Joshua Tree. La canción más sentimental es, sin duda, “Lost Brother». En ella rinde homenaje a su hermano, que desapareció en el bosque cuando era adolescente. La melancolía del sonido retrata la profundidad de la pérdida, a la vez que consuelo al saber que su abuela se ha reunido con su hermano en el más allá.
“I Close the Door”, cantada con una determinación parecida a los clásicos de Nancy Sinatra, trata sobre las puertas que se cierran cuando la maternidad cambia tu vida para siempre . Encajaría a la perfección en una BSO de Tarantino, al igual que “Rocketdyne”. Una canción que confirma que el desierto es el protagonista estelar de todo el disco. Vuelve a aparecer en “Lost In Death Valley”, con una pegadiza melodía que podría haber escrito Jenny Lewis. Cuando llega “Shooting Star” ya estamos plenamente convencidos: Tara sabe escribir buenas melodías de corte atemporal. El disco se cierra con “Wild Rejoice”, que cuenta con unas guitarras a lo Chris Isaak y un cuidado trabajo percusivo que se transforma en un acertado mantra final.
La apuesta de acercarse al desierto suele ser una jugada creativa segura. En el caso de Tara también ha funcionado. Un tratado de resilencia, superación y reflexiones sobre la vida y la muerte envueltas en un precioso envoltorio a medio camino entre el folk, el pop sixties y el soft rock. Y lo más importante: canciones, algo que está faltando en muchos discos publicados este año.