Hacer unos 3.000 kilómetros para ver un concierto de una banda que te gusta y que te ha venido acompañando durante tantos años en tu “vida personal” (trayectos en coche, afeitadas, duchas en casa, etc…) debe ser una apuesta segura para la “diversión” y disfrute de todos los sentidos. Si además cuentas con una organización experta en este tipo de eventos, un recinto perfectamente preparado para ello y la compañía de fieles amigos seguidores “de la causa”, seguramente no te encontrarás la chapuza organizativa que tanto “sufres” en tu “Pequeña Patria Canaria”.
Noche fría en Madrid, rozando los cero grados centígrados y las colas delante del recinto daban el nivel de expectación creado por este dúo de Akron (Ohio) formado por Patrick Carney y Dan Auerbach. Tras una entrada rápida (en menos de media hora), el recinto empieza a coger aroma de concierto y hacernos olvidar el gélido frío del Madrid nocturno de finales de Noviembre.
Con puntualidad británica aparecen los teloneros “The Maccabees”, banda de indi rock de origen inglés, fundada en Brighton y originaria del sur de Londres. Hasta el momento han lanzado al mercado tres álbumes de estudio: Colour It In (2006) , Wall of Arms (2009) y Given to the Wild (2012).
Honor y responsabilidad de llenar un hueco difícil de ocupar. El sexteto londinense ofreció 45 minutos sosegados de sonidos de impecable ejecución (magnífica voz) pero faltos de los cambios de intensidad que tanto anhelábamos para ser teloneros de los de Ohio. En algunos de sus temas estallaron algunas guitarras rockeras y lograron que el respetable despertara de su letargo, pero fueron segundos, apenas minutos, para volver a caer en el sopor al empezar el siguiente corte. Quedaron en eso, unos simples guiños rockeros sin terminar de cuajar, por mucho que uno de sus guitarristas insistiera en levantar el ánimo. No era cosa fácil.
En lo que el diablo se estriega un ojo, se acondiciona el escenario con focos, la “ya famosa batería colorida de Patrick”, y la espera ansiosa que no se dejó esperar. A las 21:35 horas, irrumpieron en el escenario para deleite general, con una sonora ovación de bienvenida que auguraba una noche intensa llena de riffs rabiosos de guitarra y de todo aquello que fue la antesala del rock.
Muchos se sorprenden por el triunfo de estos “perdedores de instituto” -como ellos mismos de definían en una de sus últimas entrevistas- convertidos con el paso de los años en currantes triunfales de la música, pero que continúan manteniendo la esencia de los que no hace tantos años, realizaban una gira europea en la que perdieron más de tres mil euros. El tiempo, acompañado de no pocas decepciones en “el camino”, les ha devuelto los frutos -cuando menos se lo esperaban- en forma de estadios y pabellones llenos a partes iguales, bajo una simple premisa: mostrar la esencia del rock en el escenario, sin aditivos, sin conservantes y con muy pocos colorantes (vamos a contar a los focos como tales).
Los de Akron han descubierto que esto de la industria discográfica y musical es una carrera de fondo, limitándose a hacer muy bien su trabajo y a soltar discos y conciertos a cual mejor en los últimos años (que no es poca cosa). Ejemplos son sus dos últimos “largas duraciones”, naturalezas del rock garajero más sencillo -menos es más- empezado con “Brothers, 2010” y culminado con ”El Camino, 2011” en el que no sobra ni falta nada para aquellos amantes del rock en estado puro. No, no han inventando nada nuevo, al contrario, dan la esencia cruda de las fórmulas “rockeras básicas”: buenas melodías, potente voz, guitarras rabiosas y ritmos bateros martilleantes. Lo dicho: nada nuevo. Es como el triunfo de los productos de la huerta en la cocina: no son una novedad del típico “chef de moda”, pero sorprende y nos agrada -en los tiempos que corren- encontrarnos con esos sabores ya olvidados. Sí, grandes momentos en los que somos sorprendidos al probar un tomate que sabe a tomate. Eso es lo que me sucedió desde el primer tema (Howlin’ for you) de este espectacular directo: rock que sabe a rock y exento de toda “grasa”.
Mientras Dan hace sus ya típicos movimientos mientras toca sus diferentes guitarras (dos pasos hacia adelante, dos pasos hacia detrás), o encorva su cuerpo para alcanzar el micro en el momento de cantar, o se acerca a la tarima en donde Patrick aporrea la batería en esa postura de un gigantón de casi dos metros: a lo “cuasimodo” con gafas de pasta, que no le duraron en su sitio ni tres temas (me pareció ver que “un pipa” se hacía cargo de ellas pasado ese tiempo, ante el riesgo de que salieran despedidas entre tanto movimiento y sudor generado por las intensas luces, así como por los “aporreos” enérgicos del Sr. Carny). Gus Seyffert y John Wood arropan a los dos de Ohio en la inmersión en los orígenes del rock n’ roll, dándole así más consistencia a la banda en los “grandes escenarios” y a pesar de que no lo necesitan (de sobra demostrado en los temas que se marcó el duo en lo que los “músicos ayudantes” se tomaban un respiro de la “intensidad calurosa” de las luces.
“Run Right Back” sería el tercer corte de la noche, ya con el pabellón completamente rendido a entonar en voz alta todas las canciones, a dejarse las caderas en la pista y en las gradas, para regocijo del grupo (sus caras de satisfacción y algún guiño en forma de diálogo, corto, breve, para no interrumpir la fluidez de energía). Pocos grupos siguen la progresión en los discos sin sufrir un desgaste de mejoría con el paso de los años, pero por lo visto en el Palacio de Deportes, el público prefiere los nuevos cortes, cuando tiempo atrás se esperaban con bastante incredulidad: “porque era muy difícil poder superar lo anterior”.
La sobriedad de los americanos también se demostraba en el escenario, con dos juegos de pantallas rectangulares que variaron su configuración para proyectar por momentos el público y otras imágenes acordes con los temas, así como para partirse en los laterales y enseñar en primera persona a los dos protagonistas de la noche.
20 trallazos en apenas hora y veinte, mínimamente interrumpidos por las pausas intencionadas en canciones como “Little black submarines”, en las que Dan cambiaba la guitarra para “estallar” en la segunda parte del tema, o en “Ten Cent Pistol”, para dejar el escenario a oscuras y las estrellas congeladas esperando el aliento del público para volver a “estallar” en el punto de “no retorno” que se alcanzó con el gran “Lonely boy”, con el que dijeron su primer “hasta pronto”: ¡sublime!
Cinco minutos más tarde, el pabellón pedía más, mucho más, mientras en el escenario se descubría una gran esfera “discotequera” acompañada por una gemela en la parte trasera del pabellón para la canción “Everlasting light”, en el que pudimos tocar literalmente a las estrellas y acompañados de un falsete más pronunciado que en el tema original: ¡grande Dan!…
“Got mine” cerraría la noche para poner la única objeción: faltó alargar el espectáculo una media hora más (echamos en falta temazos como Sister, …). Pero me voy con la impresión de haber asistido a uno de los mejores conciertos de mi vida, como lo atestigua el sudor que portaba en mi camiseta y las agujetas que tengo en mis caderas.
Creo que los que llevan años anunciando la muerte del rock van a tener que seguir esperando, porque al dueto de Ohio -y a muchos más- no se les ve dispuestos a tirar la toalla tan fácilmente, de momento.
FICHA DEL CONCIERTO
Miércoles 28 Noviembre 2012.
Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid.
Evento: The Black Keys (21:30h) .
Apertura de puertas 19 horas.
Teloneros: Maccabees 20 horas.
Aforo: 15.000 entradas (agotadas meses antes).
SET LIST (The Black Keys-Madrid. 28-11-2012)
- Howlin’ for you (21:35h)
- Next girl
- Run right back
- Same old thing
- Dead and gone
- Gold on the ceiling
- Thickfreakness
- Girls is on my mind
- Your touch
- Little black submarines
- Money maker
- Strange times
- Sinister kid
- Nova baby
- Ten cent pistol
- She’s long gone
- Tighten up
- Lonely boy
- Everlasting light (22:50horas)
- I got mine (23:15horas: FIN)
Esta crónica y sus fotografías han sido realizadas por Sergio J. Gil Gil y cedidas a Dirty Rock.
Los vídeos han sido grabados por Jorge T. Gómez.